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jueves, 31 de marzo de 2011

El arte no decora ... explicita al hombre




El arte no sólo es una forma exhaustiva del conocimiento, sino que es el único Lenguaje universal que existe entre los hombres.
Martá Traba

Un combate por el arte moderno
En el trabajo que comentamos está presente esa visión totalizadora del juicio crítico de Marta Traba y sobre todo sus innumerables batallas en favor de la nueva expresión: el arte moderno. Esta nueva concepción estética es interpretada por ella como:

una revolución que se apoya en un hecho clave, el abandono de la figuración o sea el traslado de una imagen del hombre y las cosas inanimadas de la realidad del mundo de la naturaleza al mundo del arte, con el mayor verismo posible.


En sus escritos se manifiesta una intensa lucha didáctica frente a un público ignorante o acostumbrado durante siglos a una pintura reducida a un recuento histórico en imágenes, una interpretación religiosa, un retrato, una imitación de la realidad en el paisaje ...
Lucha didáctica por afianzar una nueva forma humana de expresión cuyo significado implica necesariamente un cambio de conceptos. El arte no, sólo "glorifica al hombre", sino que "glorifica al poder creador de¡ hombre". La inteligencia es un recurso fundamental en la nueva creación, la abstracción en el arte nace del "cálculo, la proporción, la medida y la reflexión de colores". El hombre creador, a fuerza de buscar nuevas formas, tiene que lograr una expresión libre e imaginativa de sí mismo, una afirmación de la contundente realidad del espíritu humano.

Apasionamiento basado en conocimientos históricos
Sus escritos se inscriben siempre dentro de un desarrollo y una perspectiva histórica, dándole significación a toda nueva creación. Este conocimiento previo fundamenta sus análisis críticos y mal podría hablarse del apasionamiento de Marta Traba sin poner de relieve el saber histórico y teórico que sustentan siempre sus elaboraciones y sus juicios.

En un artículo de 1965, "Proposición crítica sobre el arte colombiano", aparecido en la revista Eco, encara el proceso estético colombiano, vinculándolo con el movimiento latinoamericano; para lo cual parte de reconocer que la incomunicación del continente, su dispersión, es no sólo externa sino también interna. Afirma contundentemente que la historia del arte colombiano no tiene continuidad: no sólo en el tiempo -precolombino, colonial y republicano- sino igualmente en el espacio del propio tiempo actual: "la pintura y la escultura que se han hecho en Colombia están disociadas de la vida nacional". Esta es la razón última de lo que fue su esfuerzo por darle unidad y coherencia a la cultura dispersa e ignorada en el país.
El artista, testigo irreverente de su tiempo
Existió siempre en su visión crítica una ética, donde el arte es considerado como un movimiento que enfrenta las solidificadas y jerarquizadas estructuras formales, donde el poder pretende mantenerse inconmovible, reafirmando sus valores de dominación como si fueran absolutos. Este poder, que no es sólo político, se arraiga en la vida cotidiana y en la subjetividad de cada uno de los hombres. En este campo el artista debe llevar su expresión a un alto grado de compromiso con la realidad como su testigo irreverente, debiendo descubrir en su obra y en su creación las propias leyes que la hagan posible.
De allí su crítica a los conceptos rígidos del muralismo mexicano: al convertirse en un arte al servicio de un mensaje político, la expresión individual queda neutralizada por la imposición de un tema: la exaltación de la revolución mexicana. Los presupuestos obligados de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco determinan su posición crítica, limitando la experiencia y el juicio del propio artista. No por ello Marta Traba deja de reconocer los aportes técnicos de la pintura moralista y el valor artístico de algunas de las obras de Rivera, en particular.
Continuando con el caso mexicano se puede observar la visión totalizadora de Marta Traba cuando exalta y explica la obra universalista de Rufino Tamayo, como la de un hombre solitario enfrentado con los planteamientos del muralismo, pudiendo subrayar el triunfo de su vehemencia pictórica.
En este trabajo de elaboración, contraposición y desentrañamiento de las obras, dedica a José Luis Cuevas toda su atención. Como ella misma lo anota, "Cuevas ha sido el mejor dibujante del continente y uno de los mejores del mundo. Lo han imitado prudente y escandalosamente, pero nadie ha podido hacerle sombra, porque Cuevas no tiene una manera de pintar que, como toda manera, puede ser susceptible de imitaciones, sino una manera de descubrir, que le pertenece sólo a él y por lo tanto es intransferible". Estos artículos son todos el comienzo de una elaboración globalizante que hallará su forma definitiva en Los cuatro monstruos cardinales (Ediciones Era, México, 1965), donde busca las coordenadas comunes, con las expresiones del arte contemporáneo, de la obra de Francis Bacon, Jean Dubuffet, Willem de Kooning y José Luis Cuevas. Igualmente lo logra en su otro libro Los signos de la vida (Fondo de Cultura Económica, México, 1975), en el cual traza un paralelo entre Cuevas y Francisco Toledo.


La política de la cultura de resistencia
Sus recorridos por América Latina, incitados tal vez por su inagotable capacidad de curiosidad y de trabajo, ayudada por el exilio, la empujaron a comprometerse cada vez más con el mundo artístico de nuestro continente. Desde siempre estuvo preocupada por enfrentar y conocer los movimientos artísticos norteamericanos, por fundamentar y validar la expresión del arte de resistencia como una alternativa latinoamericana que delimitara las vías posibles de expresión, no sometidas a los centros mundiales del poder (y por consiguiente de la cultura) o a las herencias del indigenismo, que ella denuncia como formas banales de expresión: el estridente y forzado nacionalismo y el aberrante folclorismo.
Para Marta Traba el sentido político de la obra de arte no es producto de una imposición externa. Sentido que debe inscribirse en un concepto más amplio, el de la "cultura de la resistencia", que aparece con posterioridad a 1970 -"La resistencia", 1973; "La cultura de la resistencia", 1974-. Tal vez sea desde esta concepción terminal donde debamos leer los comienzos de su obra crítica, de la cual sería el objetivo y el origen de su significado. En nuestra época la lucha no es sólo contra las formas y expresiones que encuentran su límite y su deformación final en la saturación de un espacio significativo, sino lucha por el desnudamiento de nuevas relaciones en las que el arte, en su especificidad por fin recuperada, pueda encontrar su verdadero poder estético, ético y político. Sólo desde allí el arte puede incorporarse al campo más amplio de una cultura de la resistencia.

ANA MARIA ESCALLON


Fuente:Selección de textos
Marta Traba
Editorial Planeta Colombiana y Museo de Arte Moderno de Bogotá.
Bogotá, 1984, 399 págs.

Boletín Cultural y Bibliográfico. Número 3, Volumen XXII , 1985

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/publicacionesbanrep/boletin/boleti3/bol3/arte.htm

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